Después
de todas las veces en las que la historia se ha repetido contigo
como única protagonista en común, decides cambiar las tornas y ser tú la
que huya antes de
ni siquiera replantearte la posibilidad
de que alguien quiera quedarse.
Será
que te has acostumbrado a que salga mal, que se vuelve tu zona de
confort y cualquier indicio de lo contrario, da verdadero miedo.
Y te boicoteas.
Seguramente
esté viendo a otra.
Te autoconvences.
En
realidad, no me gusta tanto.
Pero
la sola idea de perder todo eso que tenéis
y no sabes ni siquiera cómo
calificar, te desquicia y te dices
toda la verdad que estabas negándote hace un
segundo.
Sólo
te ve a ti.
Y
claro que te gusta.
Nada
más hace falta ver cómo le miras cuando
se queda dormido apoyado en tus piernas,
dándote tiempo a contarle las pestañas mentalmente.
Cuando
te abre la puerta para cederte el paso y de camino,
te mira el culo en un mal
intento de sutileza.
Con
su mano en tu pierna mientras conduce o
entrelazando sus dedos con los tuyos
mientras os corréis.
Y
sigues asustada, pero mandas todo a la mierda mientras vuelves a besarle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario