viernes, 11 de julio de 2014

El astronauta.




Siempre quiso ir al espacio.

Recordaba las noches en la azotea, aún demasiado pequeño como 

para alcanzar a ver por el telescopio sin ayuda de aquel viejo taburete.

Y observaba curioso el cielo, cada noche más emocionado que la
 
anterior.



Creció y como todo aquel que se enamora por primera vez, 

creyó pisar la Luna.

Pero también descubrió, que hay estrellas que sólo brillan aparentemente 

y que es difícil encontrar una que destaque entre todas.


Vivió a la típica estrella fugaz: ese amor que parece idílico,

intenso como el que más a pesar de su corta duración, el que devuelve la

esperanza, cargado de posibles deseos por cumplir.


Con los años, decidió que las estrellas fugaces tampoco eran para él.

Planetas. Eso ya era otro nivel. Cada uno diferente.

Difíciles, hostiles y en demasiadas ocasiones, inalcanzables.


La conquista de su primer planeta duró dos años.

Alargados por él, ilusionado ante la idea de que por fin había conseguido 

lo que tanto anhelaba.

Y es que, cómo cuesta deshacerse de lo que hemos querido con

todas nuestras fuerzas.


Tras varias estrellas, el segundo planeta –de ojos claros y pelo rubio- 

tardó año y medio en llegar.

Pero su inconformismo y sus ganas de más, le impedían quedarse.


Pasados seis años y él camino de los veinticinco, había podido disfrutar de la

conquista de todos los planetas del Sistema Solar.
 

Y se dio cuenta de que algo estaba haciendo mal. 

Quizás era su difícil capacidad de satisfacción o su avidez por conocer más, 

por encontrar algo que ni siquiera tenía la certeza de que pudiese existir.


Deambuló perdido por ese Universo que eran las mujeres. 

Luego, le encontró a ella.

O más bien fue al revés.

Ella era estrella. Y fugaz. Era hostil a la par que habitable, 

fría si se lo proponía, cálida por naturaleza. 

Para él, era como volver a tener siete años, subirse a aquel taburete 

y tener todo el cielo ante sus ojos. 

A partir de ese momento, decidió que sus planetas serían nueve.

¿El noveno? Su ombligo.