miércoles, 28 de agosto de 2013

Rutina, sin más.

Hizo lo posible por distraerse, por no tener que enfrentarse al folio, pero cuando las palabras presionan, justo ahí, entre estómago y garganta, mejor soltarlas a tiempo.

Y por primera vez en mucho, quizás demasiado tiempo, no escribía por nadie que no fuera ella.

No, no sonriáis aliviados; si es difícil escribir cuando alguien te pesa, imaginaos cuando ese alguien sois vosotros mismos. Qué lastre no tener nadie a quien echar la culpa de tu mal humor, de tu enfado del día y de falta de apetito.

Rutina, sin más.

Te levantas pensando que ojalá pronto sea de noche para volver a dormirte y las agujas del reloj se te clavan entre las uñas, recordándote que el paso del tiempo también duele.

Y quizás algún día sales y ríes porque toca y no porque te salga, costando cada vez más que alguien o algo capten tu atención como aquella persona que alguna vez lo hizo en demasía.


Listones y expectativas demasiado altas.