viernes, 19 de abril de 2013

Alzheimer.

Hola, hola, hola :_____.
Vale, a ver, me explico: llevo mucho sin pasarme por aquí y 'El peso del silencio' me tiene estancada. O sea, no sé qué hago con mi vida, como para saber la de los personajes e____e'. Así que he escrito relato y me apeteció subirlo. Es un poco "raro", pero espero opiniones y críticas (constructivas a poder ser).

Gracias por leer y comentar. SOIS UNOS AMORES. Espero continuar con el próximo capítulo de 'El peso del silencio' pronto. 




Alzheimer

Tendríais que conocerle’ –repitió, aunque no por ello dejaba de ser menos cierto. Se sentó en aquella vieja butaca que estaba empeñada en no tirar y continuó hablando a medida que trenzaba su cabello, ahora un poco más corto que un par de años atrás.
Lo recordaba tan real y a la vez las imágenes perdían tal nitidez en su mente según narraba, que dudaba de sí misma. Pero esa duda era tan solo un ápice en comparación con todo lo que podía describir acerca de él, de todo aquello.
‘Ocurrió como sucede todo lo bueno que nos pasa en la vida, por casualidad’ –comenzó a narrar, captando la atención bien merecida de quienes tenía alrededor.

Creo que le faltarían palabras para describirle y sobra decir que no se refería únicamente al físico. Eso era un poco menos complicado; incluso fácil para quien se hubiera fijado en él tan solo de pasada. Pero claro, aquel no era el caso. Y es que tan solo de sus ojos tenía la firme certeza que podría ocupar páginas enteras, de cómo conseguían atravesarle más allá de la piel cada vez que, marrones y desconfiados, le miraban. Quien dice sus ojos, dice de su boca, de labios gruesos, la cual ya se sabía a la perfección y que en más de una ocasión le había hecho temblar sin tan siquiera besarle; de sus manos, jóvenes y puede que en algún que otro momento poco precavidas, pero también su refugio. Podría decirse que aquellos eran sus puntos físicos a destacar, aunque también estaba segura de que nadie más que ella le podría ver de semejante manera. Sin embargo, también era perfectamente consciente de que resultaba extremadamente atractivo con una facilidad que incluso en más de una ocasión le había resultado irritante. No, no penséis mal, no eran celos, sino el sentirse débil ante aquello, como si no pudiera evitar caer como otras tantas lo habían hecho antes, como una más.
Era especial. Ella lo sabía, lo notaba hasta en el apenas audible sonido que hacía el palpitar de su corazón; fuerte, en caso de que ella estuviese apoyada en su pecho. Y muchas más se habían dado cuenta. Muchas. De hecho, parecía que el único en no darse cuenta de los efectos que causaba en las personas en general era él porque, haciendo énfasis en palabras anteriores, su físico era lo más sencillo de describir, siendo con todo y con eso difícil.
Lo que terminaba de hacerle digno de tal magnetismo era su forma de ser. Y podría centrarse en decir lo típico: alguien simpático, afable, honesto y demás adjetivos vacíos si se abusaban de ellos. No, era más que eso, era lo que lograba entrando en la vida de las personas. Conseguía que todo cambiase, que la persona quisiera hacerle un hueco en su cama y, en este caso, en su vida.

Recuerda a la perfección la primera vez que se vieron, aunque no fue la misma en la que se conocieron oficialmente. Fue de pasada, como quien camina distraído y de pronto descubre algo sumamente interesante entre tanta monotonía, justo así. Pero no ocurrió nada más, separándose, llegando a pensar que sería otro típico ‘amor de un día’, de esos que ves en el transporte público, en el supermercado o simplemente en la calle, como en esta última ocasión y ambos notáis que algo surge. 
Semanas más tarde, cuando aún se tenían en mente pero dudaban que fuera a existir un próximo encuentro, un amigo en común los presentó, puesto que coincidieron en el mismo bar un viernes por la noche. Casualidad o destino, allí estaban.
Por supuesto, todos o al menos la mayoría, sabréis lo bonito de empezar a conocer a alguien: ilusión, expectativas, miedo y la esperanza de que, si te gusta, todo salga bien.
Y no fue bien, fue mejor. Nada en comparación a ninguna típica película romántica. Incluso nada en comparación a algo que conozcáis. Fue tan único, que sólo dos personas podían presumir de haberlo vivido: ellos.


Ni que decir tiene que siguieron viéndose, claro. Y cada vez se les quedaba más corto el tiempo para estar juntos. Nunca era suficiente.
A simple vista, tal y como habéis leído hasta ahora, todo parece que acabará bien, pero parece ser que las historias completamente felices escasean y no son dignas de ser escritas. Quizás porque se aprecian más los buenos momentos narrados si el final es amargo y aquí, no iba a ser menos.
No fue por nada en concreto y mucho menos porque no se quisieran lo suficiente; es más, llegaron a creer que sentir tanto acabaría con ellos y tanto amor mal dirigido a veces se tornaba en sollozos, gritos y reproches.
El caso es que decidieron alejarse por un tiempo, tentando un poco a la suerte, destino o vida, como queráis llamarlo.

A día de hoy, dos años después, cierra el cuaderno y cree que por esa noche es suficiente. Ya no queda prácticamente nadie escuchándole. La residencia a esas horas está en completo silencio, con algún que otro ronquido que hace que puedas llamarlo hogar.
Apenas rozando la treintena y se sentía como una de aquellas tantas ancianas de ese lugar, en el que ella se limitaba a trabajar, recurriendo a la escritura de su propia historia como única salida.
Decidió titularla ‘Alzheimer’. Al fin y al cabo, era la enfermedad del siglo por definición y a él le iba que ni pintado para definirle. 
‘Alzheimer’, no sabe a ciencia cierta si porque aunque padeciese la enfermedad le seguiría recordando o porque él fue un poco esa enfermedad y le hizo olvidar hasta de cómo se llamaba.