Dejarse.
Una
tenue luz iluminaba casi con temor las frías baldosas de aquel cuarto de baño.
Mientras
tanto, ella apartaba su media melena hacia el hombro derecho y, con cierta
desenvoltura, eliminó el agua que sobraba del mismo haciendo que varias gotas
resbalasen irremediablemente hasta su cintura.
Rió,
aunque sin ningún atisbo de alegría. Y, es que, hacía demasiado tiempo que
alguna gota de agua no recorría más tiempo de la cuenta su cuerpo; no cuando
aún estaba él.
Él.
Y ahora era todo tan distinto que incluso dudaba de si realmente habían formado
parte el uno del otro.
Miles
de ‘¿pero qué os ha pasado?’ revoloteaban incesantes.
“Eso me gustaría saber”- pensó en voz alta, escuchándose extraña tras tantos días de silencio.
“Eso me gustaría saber”- pensó en voz alta, escuchándose extraña tras tantos días de silencio.
Nada.
Ese era el problema, quizás, que no había ocurrido nada en absoluto.
Se dejaron marchar el uno al otro; sería demasiado sencillo culpar tan solo a una parte.
Se dejaron marchar el uno al otro; sería demasiado sencillo culpar tan solo a una parte.
El
final de aquella canción y la voz del locutor de radio le hicieron volver en
sí, percatándose de que estaba aterida a causa del frío. Envolvió su cuerpo en
la toalla hasta asegurarse de no tener erizado cada poro de piel.
Distraída,
comenzó a desenredar cada mechón castaño, escuchándose pensar demasiado alto
para su gusto.
Sabréis
de la sensación que hablo si os describo su reacción al oír cómo alguien
introducía la llave en la cerradura.
“Ha vuelto”-latió el corazón. Y, con el peine aún en la mano, corrió hasta la entrada para verse reflejada en aquel espejo de cuerpo entero, expectante, a medio peinar y descubriendo que no había nadie y que él no iba a regresar.
“Ha vuelto”-latió el corazón. Y, con el peine aún en la mano, corrió hasta la entrada para verse reflejada en aquel espejo de cuerpo entero, expectante, a medio peinar y descubriendo que no había nadie y que él no iba a regresar.