domingo, 20 de octubre de 2013

Inspiración y tú.

Ahora que sé que no vas a estar, la inspiración duerme en el hueco de colchón que me sobra.
Ese mismo que habías querido compartir conmigo tantas veces.

Y la ausencia se ríe,
como si hubiera ganado el reto entre tú y ella por ver quién se quedaría a mi lado.

Doliste t a n t o, que el concepto se queda corto y ahora padezco abandono crónico por tu culpa.

Y me odio. En un principio por la culpa de que te marcharas, ahora por permitirme dejarme a medio resolver, como el puzle con el que te empeñabas en compararme.

‘Eres preciosa. Tan misteriosa, tan mágica…’

Palabras bonitas, nada más. Y tú ibas armado de ellas hasta el cuello, llenándome de cicatrices que a simple vista no se ven, pero que escuecen -no al tacto, pero sí al sentir-.

Y me pregunto si recuerdas y te duelen todos los besos que no me diste, si en lo más remoto aún me quieres (encima de ti).

Cada día, aunque más bien justo antes de dormir, inspiración me arropa recordándome que no volverás, que ni siquiera has estado nunca.


Pero a día de hoy, me quedo con ella y con ese hueco de colchón de más, que al fin y al cabo no decidieron huir.

domingo, 13 de octubre de 2013

Meses



Conforme escribe, las palabras pesan como plomo sobre el folio.

¿Acaso la sensación de quererle no iba a desparecer nunca?


Marzo. Y una frase en el momento justo hizo que todo volviese a ser como antes e incluso mejor.
Pero ninguna primavera había dolido tanto y con abril, llegó el silencio.

El ‘¿qué he hecho mal?’ latía incesante, llenando sus días de ojeras y sus noches de pesadillas.

En mayo aceptó que había vuelto a irse; o eso se hizo creer.

Guardó mil y un ‘te echo de menos’ bajo llave dando paso a junio, queriéndole sin poder y deseándole un feliz cumpleaños del cual ni esperaba respuesta.

Verano, con sol y sal, hizo cicatrizar alguna que otra herida, permitiendo más de un beso y lo que parecía un atisbo de no volver a mirar atrás.

Pero llegó septiembre, donde recuerdos y rutina estaban ansiosos por volverse a ver.

Y cada día pensaba y pesaba más; y sentía menos, planteándose si realmente extrañaba a la persona o el simple pero agradable placer de poder contar con su apoyo.

Octubre.
Ocho meses después se atreve a escribirle o a escribir sobre ambos una vez más.

Quiere pensar que si lo hace es porque ya no duele o al menos no tanto, y que noviembre y diciembre estarán llenos de otros besos, porque ya se había cansado de soñar con los suyos.