Vivo
en un mundo lleno de valientes dispuestos a no arriesgar.
En uno hecho de
contradicciones, de las mismas que me rondan la cabeza:
llámame, quiero decirte que no puedo quedar.
Sé que me estoy enamorando cada día un poquito más de mí cuando me masturbo y pienso en ti solamente de pasada.
Y
es que ya estoy acostumbrada a no acostumbrarme.
Bésame
todo lo que quieras, que al corazón no llegarás nunca.
Soy experta en que se queden y hacer que se vayan;
en
llorar más porque no funcione, antes que por quién.
Se
enamoran hasta que me conocen.
Y
entonces,
les
enseño a volar tan bien sin mí,
que
se olvidan de hacerlo conmigo.
Y
me sobran puntos suspensivos de todas esas historias que parecen,
pero
no copulan con el ser.
Apártame
el pelo mientras me besas,
sonríe
a centímetros de mi ropa interior.
Haz
café para dos, que no “para siempre”.
Ven,
que vas a ser capaz de quererme
(y
otras huidas).
"No tenemos nada que perder" solemos pensar, hasta que lo perdemos. Tener el poder de darle alas a otra persona es una putada. Siempre podemos esperar a que llegue ese alguien que nos de alas... o confiar en el efecto del Red Bull.
ResponderEliminarQue esa persona tenga el poder de enseñarte a volar y luego se vaya, también lo es.
EliminarHabrá que confiar, supongo que no queda otra.
Gracias por pasarte.
Me ha encantado.
ResponderEliminarEscribir la vida, con finales a gusto de otros... Cuestión de que que un día, en vez del juglar de turno, llegue un trovador que huya con nosotros.
Muchas gracias, jo.
EliminarY sí, estaría bien que llegase ese día.