domingo, 9 de noviembre de 2014

Llegué, vi y venció.



Llegué a su vida con sigilo, como quien llega a casa tarde
y no quiere despertar a quien ya duerme.
Me descalcé y paseé entre sus dudas, vestigio de cristales rotos.

Mentiría si dijese que me desnudé,
pero bien es cierto que estuve a punto y,
que en más de una ocasión,
le dejé deshacerse de mi ropa.

Vi su miedo reflejado en todo lo que no decía,
pero que sí expresaba en cada comentario,
aparentemente indiferente.

Lo vi en sus ojos,

 azules de las lágrimas no derramadas a tiempo.

Me fui,
aún más silenciosamente de lo que había llegado,
semejante a esa calma que no sabes muy bien si
precede o es posterior a la tempestad.

Y en la guerra
donde se enfrentaban mis sentimientos y su vacío,
venció.


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