domingo, 13 de octubre de 2013

Meses



Conforme escribe, las palabras pesan como plomo sobre el folio.

¿Acaso la sensación de quererle no iba a desparecer nunca?


Marzo. Y una frase en el momento justo hizo que todo volviese a ser como antes e incluso mejor.
Pero ninguna primavera había dolido tanto y con abril, llegó el silencio.

El ‘¿qué he hecho mal?’ latía incesante, llenando sus días de ojeras y sus noches de pesadillas.

En mayo aceptó que había vuelto a irse; o eso se hizo creer.

Guardó mil y un ‘te echo de menos’ bajo llave dando paso a junio, queriéndole sin poder y deseándole un feliz cumpleaños del cual ni esperaba respuesta.

Verano, con sol y sal, hizo cicatrizar alguna que otra herida, permitiendo más de un beso y lo que parecía un atisbo de no volver a mirar atrás.

Pero llegó septiembre, donde recuerdos y rutina estaban ansiosos por volverse a ver.

Y cada día pensaba y pesaba más; y sentía menos, planteándose si realmente extrañaba a la persona o el simple pero agradable placer de poder contar con su apoyo.

Octubre.
Ocho meses después se atreve a escribirle o a escribir sobre ambos una vez más.

Quiere pensar que si lo hace es porque ya no duele o al menos no tanto, y que noviembre y diciembre estarán llenos de otros besos, porque ya se había cansado de soñar con los suyos.

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