De esas historias que empiezan sin querer, pero en las que se
acaba queriendo.
En las que cada palabra, cada
imagen, cada detalle, por mínimo que sea, termina por contar.
De noches en vela y días de no
separarse. De bailar contigo o encima de ti. De odiarnos enfadados, de
querernos a más no querer, a más no poder. De tu voz al otro lado del teléfono,
de 'te echo de menos' entre gemidos que ahora son solo ecos en mi enfermiza
mente.
Todos los planes al cajón de 'no me
duelas más'. Ni el besarnos, ni el abrazarnos, ni siquiera la simpleza de
tocarte el pelo hasta que te quedaras dormido, como tantas veces me habías
dicho que podría hacer, contigo, en tu cama, desayunando cada parte de ti que
me apeteciese.
Y la culpa recorre los kilómetros
que hay entre tu cama y la mía. Qué desastre. Qué perfecto y bonito desastre
pudimos llegar a ser.
¿Quién sabe? Ojalá el tiempo dé
tantas vueltas como para volver a marearme contigo de la mano.
Quizás escribirte sea fomentar el
dolor, el amor, el querer verte; pero no me importa. Creo que eres una de las
historias más bonitas que he podido vivir y mereces ser escrito. Tan intenso,
tan visceral, tan subnormal por quererme y por dejarme ir. Ay, pequeño, ¿qué
nos estamos haciendo? Ni siquiera sé si quiero que respondas o guardarte en un
rincón de mi mente y dejar que todo pase.
Eres esa historia de las de hacer
todo y nada; de las de correr por ti y correrme contigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario