Un
‘quédate’ susurrado fue más que suficiente.
No
solía hacerlo, siempre había tenido claro que cualquier chica no iba a
ser más
que una distracción. Pero, a pesar de no querer reconocerlo, sabía
que ella no
era cualquier chica.
Y
allí estaba, tumbado en aquella cama, con los ojos de par en par,
observando esa habitación apenas conocida.
Las
paredes, lisas salvo por alguna que otra foto y un cuadro, se teñían
de un
color anaranjado a causa del sol que se filtraba a través de la
persiana, entreabierta.
Se
detuvo en la estantería, repleta de libros, fijándose en uno más a la vista
que
el resto, como el gato que es llevado por la curiosidad.
Por
fin, le observó. Dormía de lado, dejando entrever su definida cintura,
sus
pechos a medio cubrir por las sábanas, los cuales apenas horas antes
había tenido en sus manos, en su boca…
Siguió
mirándole detenidamente. Era guapa. Quizás no con ese tipo de
belleza estándar,
pero con facciones que podían provocar la atención en
más de una persona. Era
sensual hasta dormida: sus labios, aún enrojecidos
por todos los besos, se
podían apreciar entre un par de rizos que caían
de forma casual sobre su rostro.
Preciosa,
sin duda.
Se
notó una media sonrisa en el rostro, gesto que interpretó como la
perfecta excusa sentimental que le obligaba a marcharse. Pero, una vez de
pie y con la camisa
a medio abrochar, se detuvo para fijarse en ella
una vez más.
Le
vio dormir.
Y
quería quedarse para ver cómo despertaba.
Genial, como siempre.
ResponderEliminarGracias, seas quien seas.
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