sábado, 7 de junio de 2014

Le vio dormir.



Un ‘quédate’ susurrado fue más que suficiente.

No solía hacerlo, siempre había tenido claro que cualquier chica no iba a 

ser más  que una distracción. Pero, a pesar de no querer reconocerlo, sabía

que ella no era cualquier chica.


Y allí estaba, tumbado en aquella cama, con los ojos de par en par,

observando esa habitación apenas conocida.


Las paredes, lisas salvo por alguna que otra foto y un cuadro, se teñían 

de un color anaranjado a causa del sol que se filtraba a través de la 

persiana, entreabierta.


Se detuvo en la estantería, repleta de libros, fijándose en uno más a la vista 

que el resto, como el gato que es llevado por la curiosidad.


Por fin, le observó. Dormía de lado, dejando entrever su definida cintura, 

sus pechos a medio cubrir por las sábanas, los cuales apenas horas antes

había tenido en sus manos, en su boca…

 
Siguió mirándole detenidamente. Era guapa. Quizás no con ese tipo de

belleza estándar, pero con facciones que podían provocar la atención en 

más de una persona. Era sensual hasta dormida: sus labios, aún enrojecidos 

por todos los besos, se podían apreciar entre un par de rizos que caían 

de forma casual sobre su rostro.


Preciosa, sin duda.

Se notó una media sonrisa en el rostro, gesto que interpretó como la 

perfecta excusa sentimental que le obligaba a marcharse. Pero, una vez de

pie y con la camisa a medio abrochar, se detuvo para fijarse en ella 

una vez más.


Le vio dormir.

Y quería quedarse para ver cómo despertaba.

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